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Nuestro anhelo más grande como nación

 

Lo mejor de Colombia es su gente, de eso no existe la menor duda, un pueblo que a pesar de sus propias dificultades ha logrado no solo sobrevivir, sino que se ha destacado en diversas actividades que han fortalecido ese orgullo que por una nación puedan sentir sus hijos. Pueblo trabajador, un pueblo que no ha perdido su fe, ni su entusiasmo, que celebra como propios los triunfos conseguidos por sus coterráneos en el exterior. Un pueblo que aprendió a sonreír entre la adversidad y que aún no deja que sus sueños se ahoguen en un desván.

Sumidos en nuestra realidad, pero ajenos a una verdadera revolución que hubiese permitido pensar en un cambio de rumbo del país, Colombia completa más de 50 años de una violencia que pasó de ser bipartidista para convertirse en una subversiva. Una confrontación armada entre unas guerrillas liberales y comunistas contra un régimen. Estas disidencias, aunque con pretensiones ideológicas en sus inicios, a través de los años su lucha armada perdió legitimidad y su carácter político credibilidad, pues su paso no solo ha dejado caídos en combate de las fuerzas enfrentadas, ha victimizado además a una cifra escandalosa de personas que han sufrido en carne propia otras formas de violencia.

La paz, por supuesto, es el anhelo más urgente de Colombia,se puede pensar en ella como el punto de partida para alcanzar una nación igualitaria fundada en un Estado de Derecho, pero también ha de pensarse como el fruto de un país que mira a sus nacionales de una manera distinta,no obstante y tristemente, la paz se ha convertido en una treta política con fines particulares,así fue, irónicamente, un estandarte de guerra entre los candidatos a la Presidencia de Colombia en las pasadas elecciones. La manera simplista en la que fue utilizada en los discursos de ambos aspirantes a presidente polarizó al país y de manera inmediata sin dar lugar a mayores discusiones ni una defensa debida de argumentos, ubicó a los adeptos a Santos como amigos de la paz, a los seguidores de Zuluaga como guerreristas y a quienes pensaban en voto en blanco como opción los convirtió en ’cómplices’ de este último, luego, en el contexto electoral que se vivió, simpatizantes también de la guerra.

La paz abarcó la agenda del candidato – Presidente que alcanzó una votación de 7.784.916, de los cuales una porción lo eligieron por temor a vivir otros cuatro años en una guerra, que a medida que avanza el tiempo ya parece eterna. Fue una elección entre una paz negociada o un conflicto interminable, mucho más desalmado y con miles de muertos más de los que hasta el momento nos ha dejado desde su comienzo en 1958 y su trascurrir en nuestra historia ha sido vergonzoso y desalentador.

La responsabilidad y los compromisos que se deben asumir no solo corresponde a un gobierno que más allá de su corriente ideológica, debe proponer diversas alternativas que permitan la terminación no solo del conflicto, justicia y reparación para las miles de víctimas del mismo, debe, entre otros temas, procurar plantear y ejecutar sus políticas públicas en torno a la igualdad, educación, vivienda, empleo digno, un sistema de salud que respete el derecho a la vida, que en verdad busque un cubrimiento igualitario y un tratamiento decente de los recursos públicos. Por otra parte, está la responsabilidad que nos atañe como sociedad y como individuos conscientes de una ciudadanía que no debe permitir que aquellos que ostentan la autoridad y el poder sean los únicos que labren nuestro propio futuro como país, no podemos, ni debemos mostrarnos ajenos a la responsabilidad que exige un ejercicio digno de una ciudadanía, libre, pensada y madura que asuma también compromisos y que más allá del discurso, pase a acciones simples pero concretas que contribuyan de manera directa a alcanzar nuestros ideales como sociedad, en este caso la paz.

Cada año el deporte entrega grandes honores a Colombia a nivel internacional, es importante mencionar a la ciclista medallista olímpica Mariana Pajón, al pesista Óscar Figueroa, Moisés Fuentes medallista paralímpico, Rigoberto Urán, Julián Arredondo y Nairo Quintan grandes exponentes del ciclismo, a la atleta Caterine Ibargüen,  la selección de fútbol femenino y después de 16 años sin aparecer en un Mundial la Selección Colombia de fútbol de mayores, todos ellos nos han brindado hasta el momento las mayores alegrías que como país podemos sentir. El papel destacado de Colombia en Brasil 2014 permitió que todo un país se pusiera la camiseta y acompañara de corazón al equipo que nos representó en el evento más importante de la FIFA. Eso está bien, de eso se trata, no permitamos entonces, que eventos ocurridos tras la victoria de Colombia sobre el onceno Griego en la que murieron 9 personas luego de la celebración, o lo ocurrido tres días despuésde elecciones en los cumpleaños del Club Deportivo Los Millonarios, cuya celebración aglutinó más de 40.000 hinchas y que según cifras de El Tiempo se presentaron más de 42 heridos y 200 detenidos, algunos de ellos acusados por secuestro a uno de los buses articulados, se repitan.

Estos dos episodios, aunque cuyas cifras no sean representativas no son excepciones, ni corresponden a eventos aislados. Irónicamente en nuestro país es común que las celebraciones colectivas dejen consigo riñas, heridos y personas fallecidas, estos hechos lamentables contradicen nuestro aspiración de paz; esta es nuestro anhelo como nación, no tanto así como individuos.

La oportunidad que nos brindó el fútbol es precisa, para que todo el apoyo que de corazón le dimos a nuestros deportistas en el Mundial y la unidad que tuvimos como nación, la utilicemos en pro de la construcción de un mejor país. No perdamos de vista las políticas de Estado, no nos mostremos ajenos a los asuntos públicos, ni permitamos que nuestros representantes elegidos con nuestros votos nos irrespeten y hagan de sus promesas electorales un girasol, que con el tiempo se deshoja para luego ser tirado a la basura.

La paz no solo es punto de partida, ni el cenit único de una sociedad. Es una construcción diaria, a la cual se aporta con pequeñas acciones, cada uno de nosotros más allá de nuestra ideología política y creencias religiosas, más allá de nuestras tendencias culturales, deportivas y sexuales tenemos un compromiso con el país. La paz no está a la vuelta de la esquina, pero fácilmente puede encontrarse en las puertas de nuestros hogares.

 

Rugidos Disidentes
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