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¡Ay! Baile, baile como quiera, como el cuerpo se lo pida, pero empiece despacito, ahí, desde la silla meneando tronco y cabeza, aleteando los brazos, sintiendo el ritmo, la cadencia de cada movimiento, o más bien, párese a bailar para que sienta en el cuerpo, puro Bugalú y Son de timbales, que hasta aquí siguen retumbando en piel y cabello. Esto es Son, el tecleo desaforado de Pepito Metralla, como le decía Óscar Campo, amigo, o si prefiere, llámele Caicedo, Luis Andrés Caicedo Estela al jovencito caleño nacido un 29 de septiembre del 51 que empezó a hacer retumbar sus ideas de Cali hasta Medellín, estudiando 1 año en el Colegio Calazans y de vuelta en Cali en el San Juan Berchmans, pero que termina sus estudios en el Colegio Camacho Perea.

Este jovencito de lentes grandes, al que sus pocos buenos amigos le decían terco, Pepito Metralla, el sin descanso del tecleo de su máquina de escribir, porque donde estuviera resonaba, el uraño jovencito, un tanto torpe y el otro tanto ingenuo… ¿Que si enamorado? Sí, el Caicedo era muy enamorado, sí, su primer amor fue la escritura; eso era encerrarse a mecanografiar con teléfono desconectado porque es que él transpiraba Cali por cada poro y, desde chiquito, cuando escribe El Silencio, hacia el año 64 es donde empieza a plasmar su línea literaria tocando esos sentimientos intensos que todos tenemos de vez en cuando, sentimientos de euforia marcada, odio profundo de los que se desprenden una cantidad de escritos, todos con temas en común.

Pero, no se detenga que aquí hay Rock and Roll y Guanguancó también, nada más que no le hemos subido el volúmen. Siéntalo, este pedacito ya tiene guitarra, tiene Rolling, escúchese Sister Morphine pa’ no aburrirle con el tarareo aquí, porque es que verá usted, hacia el año 66 ya había otro cuento que leer de Pepito Metralla, cuando escribió Infección, en donde explora en su narración lo cotidiano de la vida que llega al mismo lugar, el odio a todo. Pero aquí no para la cosa, pues se vino toda una oleada de literatura, para que la recuerde o para que la conozca.

El relato Berenice, Angelitos Empantanados, Los Dientes de Caperucita que va encaminando hacia ese que será el común denominador de su obra y es la juventud y las restricciones que en ella se viven: Por eso yo Regreso a mi ciudad relata un adolescente voyeur que mira desde su casa la ciudad que lo retrae. Vacío, la Cali de Caicedo, las calles en dualidad, una luz y otra sombra. Besacalles, una chica ninfómana. Los Mensajeros, El Espectador, Felices Amistades y aquí podría seguir nombrando toda la recopilación de relatos publicados por Editorial Norma titulada Calicalabozo.

Amores no correspondidos, Cali, La Sexta, el lugar de encuentro con todo el mundo. Por eso, nombrada y odiada, ese era Caicedo. Pero, párele un rato a la literatura porque también esta historia venida de los 60s tiene cine con el Cine Club de Cali fundado por Caicedo, y que junto con el grupito del momento hacía y también actuaba, sí, el jovencito introvertido pasaba parlamento. Angelita y Miguel Ángel tal vez sea, en ese teatro caicediano, el simbolismo del amor, ese esquivo a él, sin el que no se puede y por el que no se puede vivir bien. Aquí, elementos cotidianos marcaban el encuentro y desencuentro de los personajes, el vínculo de Angelita y Miguel Ángel eran ventana y teléfono, entre ellos y con el mundo – todo lo que puede ocultar una cortinita.

Su obra en literatura y cine se ve muy influenciada por el trabajo de directores como Forrest J Ackerman, el horror está presente en Angelita y Miguel Ángel, así como la realidad vigente en la Cali de los 60s. José Agustín también marca un gran impacto en la escritura de Caicedo y Jerry Lewis, éste sí es un personaje que siguió a lo largo de sus años, sin dejar de lado la influencia de Buñuel en su Cine Club de Cali, o de los escritos de Edgar Allan Poe en cada una de sus obras, Ojo al Cine fue una revista que recopilaba lo que se hacía en este Club.

A Caicedo hay que llamarle Ciudad Solar, y metiéndonos de nuevo en su literatura, por qué no, El Cuento de mi vida, Noche sin Fortuna, Antígona, Historias para jovencitos, La Sexta, Rock and Roll y Bugalú, no los inventó, no me malinterprete. No, hizo sentir una ciudad en una época determinada, la hizo respirar Rolling, el ‘Play with Fire’ de La Mona pantera con la que se desarrolla toda una novela que es exclamación y nos hace vivir la música como ciñiendo los pasos, marcando el ritmo de la vida a revoluciones más aceleradas para que nos hagan ir más rápido. Porque es el Rock and Roll en la novela lo que marca  sensaciones que están asociadas un poco más hacia lo bajo, lo oscuro de uno mismo. Usted habrá leído ¡Qué Viva la Música! O sino, pues corra a encontrarse con la Cali de los 60s y verá descritas coloquialmente una serie de percepciones y sensaciones desde la juventud que no es ajena a este mundo, pero que sí empieza a verlo desde otros escenarios y que para el caso, aquí hay una mirada en retrospectiva:

“Para mí su vida es un performance que se centra en la acción de escribir su gran novela ¡Que viva la música! y que termina con la entrega de su primer ejemplar y en el suicidio, que es el cierre de su tesis, que uno después de los 25 se corrompe, pierde su esencia y los ideales se desvanecen. Él se muere simbólicamente por un exceso de vida, porque cumplió con su destino de joven. El enfoca su literatura hacia la adolescencia y la juventud y es de los primeros escritores que pone a representar en sus textos al joven como un tejedor de lo social, como personaje principal que desarrolla la trama.

El DESCENSO A los infiernos de “La Mona” en ¡Qué viva la música!, es la excusa perfecta para entrar en la lógica de los estratos y tocar, por decirle de alguna manera, los bajos fondos. La nina bien rockera que se convierte en salsera y en prostituta, que es del nortecito en Cali, pero que termina metida en la Caseta Panamericana con la revolución salsera. Para mí es interesante cómo él de alguna manera, ataca la mojigatería institucionalizada de este pais y pone a los jóvenes a decir lo que piensan, lo que sienten, a lo que le temen, etc.

Por otro lado, es la relación o la huella de la salsa en la novela en su voz narrativa, creo que ese pulso esta ahí y se nota…

Lluvia con nieve lluvia con nieve lluvia con nieve lluvia con nieve lluvia con nieve lluvia con nieve lluvia con nieve… me encanta el ritmo de esa novela”

 

Santiago Bastidas, actor Casa del Teatro Nacional

 

La novela póstuma de Andrés Caicedo es todo un ritmo de principio a fin, es realidad social, juventud que va marcando con cada melodía el tono de la novela y el camino de los protagonistas, para muchos, como para Santiago Bastidas, es salsa, es letra de Richie Ray, Guaguancó, Mambo y Bolero,  como dice la canción, el tarareo del jala jala, Lluvia con Nieve de Mon Rivera, Guasasa de la Fania All Stars a ritmo de instrumentos en su gran mayoría de viento, Sexteto Juventud, Cortijo y su Combo con la ley que se bailaba en la Cali de Caicedo y con la punta del pie, con guiro, timbal y piano como la canción de Richie Ray, pero no pare aquí, usted siga bailando con Ray Barreto porque las letras se hicieron canción y al día de hoy, Luis Andrés Caicedo Estela, el mismísimo Pepito Metralla nos sigue haciendo bailar, ¿cómo puede la literatura lograr eso? Le aseguro que lo logra.

 

 

Por, Diana Guayara
dianacguayarad@gmail.com
@DiaGuayara

 

Imagen Tomada de Internet: www.revistavisperas.com
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